Una historia real con una gran lección

 

Un caso que deja claro por qué el consentimiento informado no es solo un trámite.

Les compartimos uno de los casos que hemos trabajado en Agón & Asociados, el cual nos deja observar por qué el derecho a estar bien informado antes de una intervención médica, ¡no es negociable!

Una persona mayor, llegó al hospital para realizarse un procedimiento médico. El estado general de la persona era bueno y todo ya estaba programado. Sin embargo, toda la información sobre la intervención se la entregó una enfermera, no el médico que iba a realizarla.

El paciente fue anestesiado sin haber tenido contacto con el especialista. Nadie le explicó personalmente los riesgos ni le ofreció la oportunidad de hacer preguntas. Cuando despertó, el médico apareció solo para revisar su estado postoperatorio. ¿Cuál fue el problema? El procedimiento había causado un daño neurológico grave. El médico pensó que el paciente ya estaba en esa condición antes de operarlo, lo que demuestra que ni siquiera lo conocía.

 

Este caso nos deja muy claro que el consentimiento informado es un proceso, ¡no solo un documento! La ley establece que debe ser el médico o médica tratante; es decir, quien realiza directamente el procedimiento, quien informe directamente al paciente. No basta con delegar la tarea al personal auxiliar. Y aunque la ley permite que la información sea verbal, debe quedar evidencia de que hubo un intercambio real, claro y comprensible.

En este caso, ni el deber legal ni el deber ético se cumplieron. El consentimiento debe surgir de una conversación entre médico o médica y paciente, donde se aborden dudas, riesgos, alternativas y expectativas. No se trata de cumplir con un requisito burocrático,  sino de respetar la dignidad del paciente.

 

En Agón & Asociados, defendemos el derecho de cada persona a recibir atención médica justa, clara y humana. Casos como este refuerzan nuestro compromiso con una comunicación ética y una atención centrada en las personas.

¿Te pasó algo similar? Escríbenos. Conocer tus derechos es el primer paso para hacerlos valer.